jueves, 3 de septiembre de 2020

Periplo de Mario Alejandro Illanes por Arturo Vilchis Cedillo

 


Periplo de Mario Alejandro Illanes

Arturo Vilchis Cedillo

A Erre A por ser

 

El arte de pintar, es sólo un accidente

 puesto al servicio de lo que se quiere interpretar

Alejandro Mario Illanes, La Paz 1932.

 

 

Resumen

Hacemos una aproximación a la obra y vida de Mario Alejandro Illanes (Oruro, Bolivia 1913- ¿?), pintor que participó en la Escuela Ayllu de Warisata (1934-1936), su obra poco conocida está impregnada de una vida de lucha social y de reivindicación de las tradiciones y organizaciones de los aimaras y quechuas.

Preámbulo

    La pintura es estética, creación desde diversos horizontes, es un momento en su encadenamiento histórico y también su expresión, a la vez es social y política. El pintor por su parte, no sólo es un creador, es un trabajador, un hacedor de obras sociales, políticas y estéticas, que intenta representar una nueva forma de ver y un modo de ser.

    Esta perspectiva sobre el pintor y la pintura será desarrollada a partir de la figura de Alejandro Mario Illanes (o Yllanes, como algunas veces firmaba), cuya obra ya figura en catálogos o colecciones privadas reconocidas en el “mercado” de la pintura, así como en diversas casas de subasta norteamericanas.[1]

Primer periplo

    Nació en Oruro en 1913, de madre aimara, quedó huérfano desde muy pequeño. Con esfuerzos logró llegar hasta el 4º año de la carrera en Leyes y desde fines de la década del 20, a la edad de 15 años comenzó a dedicarse a la pintura. Era “un joven pobre bohemio, un poeta irónico, sentimental, irritable, perezoso, un típico artista” (Illanes, 1930: 2). De formación autodidacta, reguló sus inicios pictóricos con su trabajo como “listero y barrotero” en las minas de estaño: “El trabajo en las minas bolivianas es muy duro. Dudo que haya trabajadores en todo el mundo que afronten unas condiciones de vida más dramáticas que las bolivianas” (Prats, 1946: 62).

   Con un grupo de jóvenes, en su natal Oruro, empezó a demostrar un gran interés de rescatar y reivindicar las raíces andinas, de los pueblos originarios, dándole nombre a su corriente artística como el estilo “Tihuanacota” (Arte, 1930:2). Trabajos que contenían los símbolos y tradiciones de la civilización Tihuanacota y los cuales dieron pauta para que Illanes tuviera una exposición en agosto de 1930 en la ciudad de La Paz, Bolivia. Exposición de pinturas y grabados a partir de figuras geométricas cuya estética hacía alusión a las formas del calendario y de la escritura arqueológica en la puerta del sol y de Tihuanaco. En el mismo año, también publicó dibujos e ilustraciones en el periódico La Crónica de Oruro, así como en la sección “Notas de Historia”, del periódico La Prensa.

   Illanes representó en los primeros trabajos de su obra la angustia del hombre boliviano, del campesino y minero, de su sobrevivencia en un sistema de exclusión y de sobreexplotación, pautas que lo distanciaron de la entonces tradicional pintura boliviana: “llevé a mis cuadros, siempre con una viva intención social, escenas de la vida en Oruro.” (Prats, 1946: 62). En su concepción de creador estético, no se distanció de su concepción de trabajador manual, para él, la pintura era una actividad semejante al trabajo que realizaba en las minas, era “un acto de trabajo de la humanidad” (Guyau, 1943: 47).

   En 1932 se trasladó a La Paz, ingresó a la redacción de la revista La Semana Gráfica, donde concurrió con el otro gran artífice y aún despreciado pintor, escritor, profesor y fotógrafo boliviano Carlos “Chapaco” Salazar. Ambos como jóvenes entusiastas, uno ya acostumbrado a los paseos en el casco viejo de la ciudad paceña, el otro un “hombre que inspiraba bondad” (Arauz, 1993: 1) visitaban la peña “Stambul”, lugar en donde conocieron a aquellos que se habían forjado un nombre en las artes, dedicados a la plástica como “Arturo Borda y Cecilio Guzmán de Rojas” (Arauz, 1993: 1).

   En La Paz, sus primeras obras atrajeron la mirada del selecto mundo cultural, algunos lo llamaron un pintor “dramático”, novel en proceso de desarrollo, en búsqueda de su esencia y originalidad artística, ubicado aún muy lejano a una expresión social, porque su arte aunque tenía matices de un arte proletario, “el orureño no es un revolucionario ni se aproxima siquiera a la gastada fórmula del arte de contenido social.” (Diez de Medina, 1932:7)

  Como ilustrador en La Semana Gráfica, mantuvo contacto con el acontecer cultural boliviano que desde 1932 estableció la revista fundada por Francisco Villarejos “Pancho Villa” y que estuvo a cargo del insigne y libertario periodista Gamaliel Churata. Desde las páginas de esta revista, Illanes se articuló con el movimiento a favor de los habitantes originarios del kollasuyo: aimaras y quechuas. Se solidarizó con la causa a favor de ellos, aspecto que plasmaría en su obra plástica, llegando a montar una exposición el 9 de septiembre de 1933 en el Salón del Círculo Militar de La Paz (Exposición, 1933).

   Una exposición de 22 cuadros (20 en tela y 2 en acuarela) de arte aimara, donde “el alma de la raza, es el motivo principal de su obra” (Exposición, 1933:5). Su obra exhibía la capacidad original del autodidacta de vocación que “pinta porque pinta, como el pájaro canta porque canta” (Molins, 1933: 5), que carecía de una técnica, pero que contaba con un compromiso y carácter: “la técnica es posible adquirir en todas las academias del mundo, lo que no se adquiere nunca es el temperamento.” (La Exposición Illanes, 1933: 5)

   Entre sus compañeros de redacción de La Semana Gráfica no fue ajeno el trabajo de Illanes, ya que calificaron su obra de abigarrada, truculenta: “salvaje, salvaje en todo su valor primigenio. Representaba el mundo del indio, del ayllu: sus temas son completamente aborígenes en la introspección analítica.” (Vida artística, 1933) Mientras Gamaliel Churata, uno de sus principales difusores de su obra, comentaba: “Yo alabé en Yllanes, la irrumpiente capacidad emotiva y el acierto temático de su mundo y vi en él, al primer hombre que en Bolivia se atrevía a la traducción del cosmos aborigen.” (Churata en Blym, 1933: 5)[2]

   No sólo consideraba que en su obra representaba las costumbres y tradiciones comunitarias de los aimaras, era también la denuncia de la sobreexplotación y exclusión que persistía sobre el hombre y mujer andino, por lo cual lo calificaba cercano a una obra socialista: “[Illanes] poseedor de un formidable temperamento pictórico, de irrumpiente capacidad emotiva y de acierto temático de su mundo, aproximándose a una verdadera textura socialista” (Churata, 1934).  Illanes el autodidacta “el de temperamento sencillo, subjetivo reconcentrado,” (Ballón, 1933: 3) es decir aquel que impregna su obra de una cualidad moral y social: la sinceridad, ante el mundo del cual siente y expresa, de la opresión de indios, de obreros esclavos, pero quienes tenían el aliciente de romper estos lazos, de dejar de ser explotados y eliminar el pongueaje y el servilismo.

 [1] En internet, se pueden localizar algunas páginas, que subastan no sólo sus obras, sino  los catálogos de sus exposiciones en México y en E. U.A. 

Los años en Warisata

   La Escuela-Ayllu de Warisata, como proyecto pedagógico (agosto de 1931 a abril de 1940), albergó en su planta de maestros a diversos intelectuales, artistas, periodistas y demás personajes de la cultura. Mario Alejandro se incorporó como profesor de pintura a “solicitud de Elizardo Pérez” (Salazar, 2015: 160) en 1934 (Mensaje, 1934[2009]: 12) y permaneció hasta 1936. Realizó ocho murales, en los cuales adoptó un procedimiento original de realce de las figuras humanas del aimara y quechua, de la pareja chacha-warmi (varón-mujer), desde una doble dimensión al colocarlos sobre el fondo del paisaje, en una superficie plana del muro, lo que aumentaba el efecto visual e instigaba a la toma de conciencia como un aditamento real y no como plasmaciones.

   Pero su función en Warisata no se limitó a la creación de murales en la escuela, también se dio a la tarea de identificarse con el aimara, viviendo con él, comiendo como él, para mirar el problema desde adentro, tratando de ser él mismo un indio y que su pintura fuera una plena esencia de la vida y tradición, de la memoria y cosmovisión del andino, de su relación con la tierra y el cosmos. Acontecer de un “arte en situación” (Proudhon, 1980:30), reivindicando el acto creador en un equilibrio permanente con la obra, la persona elaboradora y las personas observadoras, para hacer del arte un acto de libertad. Por ello, pintó figuras sin poses o efectos melodramáticos, sin inverosímiles elegancias. Plasmó el cuerpo aimara-quechua, la tosquedad de su anatomía, sus rasgos. Sin pulir, peinar o alisar, por supuesto “sin blanquear” su efigie y sus actos. No representó sonrisas falsas en la faz del aimara, sino introversión y profundidad.    

   Churata su excompañero que continuaba en La Paz como periodista y apoyaba la causa de la Escuela- Ayllu, observaba en la obra de Illanes en Warisata, un distanciamiento estético de las escuelas y técnicas europeas: “Illanes pinta conforme siente. No hay en él adaptación a las últimas escuelas occidentales.” (Notas de Churata: 1934) Vislumbraba una técnica y un acto de creación que tenía su raíz en lo andino: “Illanes desprecia la curva y va al plano rectilíneo que es la característica del arte autóctono.” (Notas de Churata: 1934)

   La representación del cuerpo y el manejo de la imagen en los murales de Warisata creados por nuestro pintor, tuvieron un significado clave en contra de las políticas de dominación, como una forma de lucha de autonomía cultural e identificación. Como un acto de subversión plástica, no plasmó el refinamiento de los rasgos del aimara, del hombre y mujer originario andino, sino que era la actitud del personaje, su ubicación y ser situado en y de la naturaleza, en el ámbito rural, en donde: “el campesino ama venir de tan lejos a contemplar el surco que ha hecho rasgar con sus bueyes y con sus robustas manos.” (Reclus, 1927: 327) Illanes más que plasmar paisajes, pintó a la naturaleza como fondo del drama humano y la participación- complementariedad de este en ella, “modifica la naturaleza artísticamente, continúa la obra de la naturaleza;” (Proudhon, 1980: 44) Su intención, buscar un equilibrio armónico entre ser humano y naturaleza, así como la presencia evidente de un hombre y una mujer, en pleno sentido de su condición humana de reciprocidad y respeto.

   Warisata fue un espacio pedagógico-estético, porque Mario Alejandro plasmó la vida del ser humano andino, pero la vida de un nuevo aimara y quechua, de tranquilidad y exaltación del porvenir en el cual la guía era la propia escuela de Warisata, de su modelo de educación y producción autogestiva, de sus participantes, del esfuerzo no por dominar a la naturaleza, sino de mantener un equilibrio entre el trabajo productivo de los participantes al núcleo escolar y el medio. En palabras del geógrafo y anarquista Reclus:

No habrá para estos libertarios suprema obra más allá del hombre mismo y arte más alto que el de las labores cotidianas más nimias: Los segadores, los vendimiadores, no dejan de ser artistas en su modo de manejar los útiles de su trabajo (Reclus, 1927: 330)

 

    El conjunto de estos murales, era para el pintor una representación de la nueva vida que se dinamizaba en Warisata, la de columnas inmensas, “de corredores blanquísimos y muros decorados por el artista Alejandro Illanes.” (Salazar Mostajo, 1938 [2009]: 12) La escuela, la Taika (madre) de los hombres y mujeres liberados por la escuela, que dejaban detrás la humillación y el servilismo, y que como proyecto pedagógico debía culminar con la lucha contra el latifundismo, exterminar la organización fundada en la sobreexplotación de la fuerza laboral por parte de los gamonales-hacendados. Acto de creación, de plasmación de un aimara y quechua que no era servil, no “agachaba la espalda, sino que la enderezaba para esgrimir el instrumento de labranza como se esgrime un arma.” (Salazar Mostajo, 1989: 79) Creación que retomaba una historia sepultada por la historiografía oficial, pero albergada en la memoria oral y que renacía en la escuela: “un indio que correspondía más a la imagen del protagonista del cerco de La Paz que a la del pongo que sirven [en] los zaguanes.” (Salazar Mostajo, 1989: 79)

   Los murales en Warisata como una forma del arte adquirieron un papel de experiencia esencial para la memoria, la revisión y el imaginario colectivo. La pintura junto con la tradición oral, se concibieron como formas de reivindicar y hacer dinámica la memoria de las tradiciones, saberes y conocimientos aimara, adquirió un carácter de conjunto, colectivo, al estar en un espacio abierto, los murales no eran un “arte multicolor que acumula sus productos incongruentes en habitaciones prestadas por el Estado” (Reclus, 1927: 328). Sino un espacio público donde Mario guiaba la enseñanza de la pintura “al aire libre”, (Churata, 1935) acto estético y pedagógico que le dio un “rasgo de resistencia y de universalidad a través de la admiración de todos;” (Reclus, 1927: 328) de todos aquellos involucrados, que estaban y creían en un proceso de aprendizaje cimentado en sus raíces y conocimientos propios.

   Para muchos de los participantes al proyecto de la Escuela Ayllu, los murales pintados por Illanes con la ayuda de los niños y comunarios de la escuela, fue hasta ese momento la única herramienta de aprendizaje, si la tradición oral era un método que se fundaba en el oído, la pintura se fundó como herramienta pedagógica en la vista, lo óptico, que dio conciencia y no sólo redescubrió, sino que reivindicó otra forma de vida, de organización y autogobierno.

 [1] Hugo Blym llamó a Churata el “Colón de nuestro novel pintor.”

 

Un breve tránsito en Caquiaviri: Mario el instigador

   Desconocemos el motivo que llevó a Illanes a dejar la Escuela Ayllu de Warisata. Hacia fines del mes de junio de 1936, se le ubica visitando la escuela indígena de Caquiaviri junto a los intelectuales bolivianos: Eduardo Arze Loureiro, José Aguirre Gainsborg, Max Portugal, Carlos Medinaceli, Félix Eguino Zabala, así como el presidente boliviano José David Toro Ruilova, miembros de su gabinete y el embajador de México en Bolivia, Alfonso de Rosenzweig Díaz. (Significación, 1936:4; Rosenzweig, 1936)

   En dicha visita, el pintor se deleitó con las pinturas y cuadros murales del templo colonial (construido por los jesuitas entre 1560-1570) de Caquiaviri y grande fue su asombro ante las representaciones pictóricas de los pecados capitales del mundo. En Caquiaviri (municipio de la provincia de Pacajes, departamento de La Paz, Bolivia), fue invitado por el Director de la escuela indígena de Utama, Alfredo Guillén Pinto a que dijera algunas palabras en aimara, como recuerda Arze Loureiro:

Aguirre Gainsborg me hacía señas para que alguien me tradujera lo que Mario Alejandro decía, mientras algunos campesinos hacían ademán de ponerse [de] pie ante la incitación de Mario. Había invitado a los comunarios a rebelarse para no prestar servicios gratuitos en la conservación del templo y el sostenimiento del cura, quien un tanto azorado por la sorpresa no dijo una palabra. (Carta de Arze, 1980)

 

El acto de su acción tuvo sus consecuencias, sufrió el destierro a la selva amazónica:

El gobierno del General Toro, me confinó a la selva amazónica. Allí estuve perdido un año viviendo con los salvajes, cazando fieras y defendiéndome como pude de todos los peligros. En realidad el General Toro me hizo un señaladísimo favor, porque mi destierro en la selva, contribuyó mucho a que mis ojos se acostumbrasen al brillante colorido tropical, que después empecé a trasladar a mis cuadros. (Prats, 1946: 63)

 

 

Del destierro en la Amazonía al retorno a Chukiago Marka: Alejandro el Antiimperialista

   Illanes retornaría a La Paz hacia fines de 1937, prosiguió un periodo de trabajo en su obra, reconstruyendo algunas pinturas y creando nuevas. Como creador de fuerte raigambre social y política, no estuvo ajeno a los avatares nacionales e internacionales que se acometieron durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial. El panorama bélico no fue muy alentador para Illanes y su obra. Ya que desde 1936 se vislumbraban simpatías por el nacional socialismo alemán entre la sociedad boliviana (Guidici, 1938; Vilchis, 2009). Desde este horizonte político, la economía mundial reorganizó sus formas de dominio y colonización. Surge bajo la presidencia de Enrique Peñaranda (1940), un incidente de presunta conspiración internacional, conocido como el “putsch nazi”,[3] provocando a nivel interno el Estado de sitio, la clausura de periódicos y la persecución de intelectuales, militantes, escritores y de todo probable opositor al régimen, principalmente aquellos que congeniaban con el socialismo y/o comunismo, quienes se oponían al imperialismo anglosajón (Gran Bretaña y E.U.) en territorio boliviano.

   El incidente tuvo repercusión a nivel interno y externo, ya que logró económicamente un mayor predominio de Inglaterra y Estados Unidos sobre Bolivia al garantizar una congelación de precios en las materias primas (principalmente del estaño y otros productos mineros), así como un desprestigio en contra de los nacionalistas bolivianos, a los cuales se les etiquetó como anti demócratas y pro nazis. Más allá de una cuestión geopolítica o de doctrinas ideológicas era garantizar el control y dominio de Inglaterra y Estados Unidos sobre Bolivia.

[3] Incidente que refería a un supuesto complot nazi fascista en Bolivia:  una carta supuestamente firmada en Berlín, entre el Agregado militar de la Legación de Bolivia Mayor Elías Belmonte dirigida a Ernest Wendel jefe de la Legación alemana en La Paz. En el descubrimiento de dicho “incidente” intervinieron además del equipo de espionaje o servicio de inteligencia británico, el jefe de la Legación de Estados Unidos en La Paz  Douglas Jenkins, el canciller boliviano Alfredo Ostria Gutiérrez, y el gobierno de Peñaranda. (Antezana, 1988) 

   Illanes quien montaba una exposición en febrero de 1941, no fue ajeno a este proceso, fue acusado de pro germano y su exposición fue retirada, por presiones del gobierno norteamericano. Él interpuso su defensa en contra del cierre de su exposición y señaló su rechazo al imperialismo norteamericano  en una carta publicada por el diario La Calle, en ella refería que no era simpatizante del nacional socialismo alemán.

Señor Director de LA CALLE

-Presente-

Señor:

   Me permito solicitar, al señor Director, quiera dar a publicidad una rectificación a la revista TIME de EE.UU. No. 13 de marzo último.

En dicha revista aparece la reproducción de mi cuadro “El culto a la Bandera”, con una nota por demás tendenciosa, transmitida por un “U.S. businessman” o como se diría un buzo provocador, pues, afirma que mi cuadro antes de ser expuesto en la Municipalidad, fue mostrado en el Colegio Alemán y que los bolivianos no pierden  mucho tiempo en esta clase de cosas, pero los alemanes deben estar bastante apretados si para su propaganda escogen una pieza de arte tan horrible y añade al último para tapar su vergonzosa  falsía, que su nombre no debe ser usado en caso de publicación.

  Es de conocimiento público señor Director, que expuse únicamente en la Municipalidad y que mis cuadros conmovieron al pueblo de La Paz, pues su asistencia, fue sin precedentes, marcando un verdadero hito en el arte de Bolivia, y esto pese a la oposición dirigida de las autoridades, al boicot envidioso de los pintores oficiales, a las “presiones” contra mi aludido y que finalmente hicieron que se retirara mi exposición.

  En cuanto a que sea propaganda de los alemanes, felizmente el pueblo ya se ha dado cuenta del truco que emplean los agentes de la podrida democracia del norte, de culpar a los alemanes, toda justa reacción a sus solapados métodos de buena vecindad, pues son recientes los casos del wolfran, la Standard Oil, etc. en los que se utilizó el caro truco de propaganda, la “Quinta Columna”.  De tal manera que estos y otros trucos, no tienen otra finalidad que hacer inclinar a los pueblos débiles, dominarlos, calumniarlos, lograr “bases” y tal vez “soldados para la defensa del continente”. Todo esto comprueba que el verdadero peligro para la existencia de la nacionalidad son los “U.S. businessman”, etc., etc.

Agradeciendo de antemano la publicación, saludo, al señor Director, muy atentamente.

Alejandro Mario Illanes. (Pintor revolucionario, 1941: 2) 

   Una exposición y un creador de compromiso y estética revolucionaria, que sufría las consecuencias del imperialismo norteamericano, de la oligarquía, la “rosca” y el mundo cultural conservador, lo que le ocasionó el encierro en presidio: ”expuse varios cuadros de tendencia anti-imperialista. Quisieron arrojarlos a la calle. El General Peñaranda, ordenó que me apresasen. Me tuvieron encerrado varios días en una cárcel inmunda.” (Prats, 1946: 63)

  Desde la pintura su obra hacía alusión a su ideología antiimperialista, como lo manifestó Diego Rivera: “Yllanes pasó a buscar su pelea en un sector muy difícil en Bolivia, el riñón del imperialismo inglés, por donde discurre el fantasma de Patiño y la casta de policía que dirige ese país.” (Rivera, 1946:1) El cuadro de la “crítica” norteamericana “El culto a la bandera”, presentaba a un indio desnutrido, quien bajo la amenaza de sus “amos”, intentaba honrar la bandera, pero la bandera del imperialismo anglosajón, no la bandera nacional, mientras el representante de la iglesia: el cura; del gobierno: el diputado; y del ejército: el militar, le rendían un homenaje al estandarte anglosajón. “Toda la composición está plagada de una sátira al emplear colores que abotagan y caricaturizan las imágenes.” (Dos cuadros, 1941: 4)

   Mario Alejandro presentaba desde la plástica la realidad boliviana, obras como “La Tragedia del pongo”, “Kusillos”, o “Waka-tokoris”, desde un procedimiento de superposición, de figuras separadas, pero no distanciadas, de un despliegue de formas anormales y desorbitadas, presentaba símbolos, de “una visión del caos social y étnico en Bolivia.” (A.C., 1941:4) Pinturas de gran sentido y fuerza social, de la aún vigente exclusión y discriminación racial hacia los pueblos originarios. Se posicionaba como el representante de un movimiento pictórico libre en suelo andino, su obra era una interpretación de la raíz americana, con rasgos y símbolos andinos, tihuanacotas, que ponía al descubierto la otra faz de Bolivia, develaba la simiente andina originaria: “nadie como él se ha atrevido a descubrir tanto el alma grotesca que en el fondo guardamos celosamente custodiada por nuestro occidentalismo de mascaritas.” (Clausúrase, 1941: 4)

    Su obra, por supuesto fue objeto de crítica, no sólo por las consideraciones políticas, económicas, sociales y étnicas a las que refería, sino además por su estilo plástico: “Tampoco me harán creer que esos mamarrachos con que el pintor Illanes ha ensuciado las paredes del establecimiento sean una lección de técnica y buen gusto.” (Churata, 1942: 5) Comentarios como el referido del periodista paceño Calderón Lugones y recogido por Churata, dejaba ver la ignorancia hacia la estética de las vanguardias y corrientes artísticas. Ignorancia estética que se unía a un enconado prejuicio étnico-social de exclusión, que reafirmaba la mentalidad darwinista que seguía vigente en la mayoría de la sociedad boliviana.

   Comentarios que encontraban respuesta en la pluma nuevamente de Gamaliel Churata, quien defendía a Illanes, manifestando que Calderón desconocía de estética, de técnicas y compromiso social, ejes que se habían enlazado en el pintor desde su paso y experiencia por Warisata:

Y si de alguna gallardía técnica tenemos que hablar en Bolivia es de la técnica de Illanes empleada en Warisata, donde privado de todo elemento “crea”, una técnica pictórica que tiene algo de alfarería y de tallado. […] el arte de Illanes es un arte histórico. (Churata, 1942: 5)

 

   Warisata fue el punto de irradiación en la creación de Illanes que continuó a lo largo de su obra posterior, no era el exotismo de lo rural, lo “pastoril” y “edénico” de la vida comunitaria. Era la búsqueda por un punto de equilibrio entre ciudad y campo, bajo la estética del artista:

No sólo es la restauración y embellecimiento de nuestras ciudades que esperamos del hombre que se convierte en artista. Porque será libre también cuando contemos con él para embellecer los campos, en la adaptación de su obra al entorno adecuado de la naturaleza, de tal manera que ahí debe nacer entre la tierra y el hombre una especie de armonía a la vista y reconfortante al espíritu. (Reclus, 1927: 327)

 

   Mario Alejandro, por supuesto no sería considerado como un pintor representativo de Bolivia. Montaría otra exposición de nueva cuenta en la Paz (1944) y manifestaba la falta de una expresión auténticamente nacional en el arte boliviano, de una vida artística confusa, fundada en la imitación de la vida y creación artística boliviana por los aspectos eurocéntricos de España y Francia:

El arte nacional debe orientarse para atrapar el rol verdaderamente revolucionario, que contribuya a transformar la híbrida sociedad capitalista, que con su burguesía antinacional nos dejan simplemente agujeros trágicos, en el espíritu y la materia de los grandes pueblos aimaras y quechuas que forman Bolivia (Mondragón, 1944: 30).

 

   Una estética libertaria que llama a la experimentación, pero nunca dejando de lado lo que hay de vital y permanente en la tradición comunal de las raíces andinas: aimara-quechua. Su función subversiva y de innovación, no sólo fue simbólico en su contenido y en su significación social, sino también en la forma y acto libre de creación. Illanes no era ya un pintor novel, era “un pintor intencionado, un político, un pintor hecho según las pragmáticas del materialismo dialéctico.” (El pueblo, 1945:5)

Illanes y su periplo hacia México

    Desde la segunda década del siglo XX, México y su proceso revolucionario siempre fueron aspectos que estuvieron presentes en el imaginario de las sociedades latinoamericanas, la idea de un país que realizó una revolución y estuvo dispuesto a realizar procesos de transformación social, política y económica incluyendo el enfrentamiento con intereses extranjeros, influyó en la intelectualidad y en el pensamiento político en diversas naciones latinoamericanas. Y en la pintura, también influyó la obra de los muralistas Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco,  de una vanguardia plástica que combinaba la arquitectura y la pintura para representar la figura humana, una forma estética que reivindicaba la lucha de clases y el papel de las poblaciones excluidas del proceso revolucionario nacional (campesinos, obreros, pueblos originarios), de un movimiento estético y socio cultural, de arte de compromiso que  influyó en diversos creadores[4] y  manifestaciones  estéticas de Latinoamérica.

   No obstante, la obra de los muralistas mexicanos sólo llegó a Mario Illanes a través de noticias y libros hacia fines de los años 30, cuando él había concluido los murales de Warisata:

Conocía por reproducciones y libros de crítica, a los grandes maestros de pintura mexicana desde 1936, aunque yo pinté murales cuando aún no tenía más que noticias muy vagas de sus obras. Comprobé que yo sintonizaba en Bolivia, el mismo sentimiento social y las mismas inquietudes artísticas, que los pintores mexicanos. Claro es que esto se debe a la similitud de los problemas de nuestros respectivos países. (Prats, 1946: 63)  

 

  Mario Alejandro no copiaba lo hecho por los muralistas mexicanos, sino que en el horizonte político y estético de los muralistas aztecas y de Illanes se interrelacionaban problemas símiles, dos de ellos la lucha contra el capitalismo y el problema económico agrario, problemas aún no resueltos.

   Gracias a la iniciativa de María Frontaura Argandoña, esposa de Mario Alejandro, se logró iniciar una exposición que recorrió diversas naciones de América Latina cuyo cometido principal era  llegar a suelo mexicano.[5] La exposición recorrió en Perú: Cuzco, Arequipa y Lima, su viaje continuaría al “Ecuador y a otros países americanos antes de llegar a México.” (Alejandro Mario, 1945:7) 

    Auspiciada por diversas agrupaciones mexicanas: “la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos, por los grupos de pintores pertenecientes a la galería “Gama” [Galería de Arte María Azunzolo], a los pintores de “Cuña” y por los pintores Orozco, Siqueiros y Diego Rivera.” (Velázquez, 1946:3y 7) Illanes presentó bajo el Título “Arte Aymara. Motivos del Kollasuyo”, en el Foyer del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, una serie de 16 pinturas y 20 grabados que representaban un recorrido de su trayectoria plástica. Para la “crítica” especializada en México, en su obra destacaba la figura del indio aimara y quechua, así como en los grabados, encontraban un énfasis en la simbolización de la muerte a tal grado de concebirlo como “un leit motiv de la muerte.” (Velázquez, 1946: 7)

    En los muralistas mexicanos quienes habían apoyado la exposición, principalmente en Diego Rivera, precisaba que en todo el continente americano una generación de pintores había florecido para continuar con la obra por los muralistas mexicanos, continuidad que rebasaba lo estético y que se articulaba con lo político y que el muralista mexicano concebía como “una agresión iniciada por los muralistas mexicanos como tropas de choque.” (Rivera, 1946: 1) Diego hacía un llamado a sus colegas de la plástica y a la clase obrera para apreciar la obra de Mario Alejandro: “Los artistas y los obreros de México deben acoger con los brazos abiertos al camarada boliviano Illanes”, diferenciaba dos tipos de creadores de la plástica, aquellos que sustentaban un arte de compromiso por la reivindicación y la lucha de los excluidos y aquellos imitadores aún de lo etnocentrista  de un arte que participa de intereses hostiles, del lucro, del dinero que “vicia la creación” (Reclus, 1927: 327):

los intelectuales y también en varios artistas que aquí se refugian en el arte “parisino” para esconder su deseo cuidadoso de no ambicionar a sus clientes adinerados, tomen ejemplo de este boliviano que afrontó el tormento, padeció la cárcel y sufrió el destierro por sus afirmaciones revolucionarias expresadas en su plástica (Rivera, 1946: 1)

 

 Para Rivera, Illanes creaba una nueva relación entre creador y medio social, ya que estaba condicionado por la sociedad en la cual se situaba, así como un medio social político y étnico que él representaba en su obra, origen para que existieran admiradores del pintor, que intentaran imitar para innovar, en un México que ya había abandonado la simiente revolucionaria.

[4] El caso de José Sabogal y su obra en Argentina y Perú, articulado en una etapa con el movimiento indigenista, estético, político y socialista de José Carlos Mariátegui.

[5] Aunque una noticia periodística menciona que Illanes “fue enviado por el gobierno de su patria como agregado cultural a la Embajada de Bolivia” (Alejandro Mario, 1945: 7). La documentación de Legación de Bolivia en México no corrobora esta asignación diplomática, ni siquiera existe documentación de su llegada a México en el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.

   Coda

   Illanes exponía en México días después   que Gualberto Villarroel era dimitido, asesinado y colgado (21 de junio de 1946), junto con algunos de sus seguidores en la plaza Murillo, en La Paz. Se desconoce en qué momento Illanes dejó tierras mexicanas para internarse en Norteamérica, su vida y obra desde este momento se articula con la leyenda y la escasez de información, desde el mito de haber recibido una medalla de oro como condecoración por parte del gobierno de México, o la historia de que fue ayudante de Diego Rivera, durante su permanencia en tierras mexicanas, así como de su posible muerte en tierras aztecas. Las últimas noticias sobre su llegada a Estados Unidos también están plagadas de vacíos y lagunas, de la leyenda de que ocupó una casa propiedad de la Universidad de Columbia en Nueva York: “at 419 West 115th Street.” (Raynor, 1992)   

  Mario Alejandro como creador, se distanció de una estética ajena, de la repetición plástica o de las modas pictóricas, emprendía un acto de conocimiento de sí mismo, al desprenderse de sus caprichos, de todos sus defectos de “animal” o de “creador salvaje”, pero no con la finalidad de matar sus instintos, sino para conciliarlos en armonía con sus aspiraciones de hombre social, revindicando no sólo la cultura y tradición de aimaras y quechuas, sino tratando de darle un compromiso político y social a los pueblos originarios, de darle una  sensibilidad estética diferente, más que individual colectiva: “La emoción estética más completa y elevada es una emoción de carácter social.”  (Guyau, 1943: 87)

 

Referencias

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“Alejandro Mario Illanes bien recibido en el Perú”. (1945). Última Hora, La Paz, 27 de marzo.

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“Arte Tihuanacota”. (1930). La Crónica, Oruro, 10 de agosto.

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“Dos cuadros del pintor revolucionario Alejandro Illanes saldrán al extranjero”. (1941). La Calle, La Paz 15 de mayo.

“El pueblo acude en masa a ver los cuadros del pintor Illanes”. (1945). La Calle, La Paz, 11 de febrero.

“Exposición de nuestro compañero Illanes”. (1933). La Semana Gráfica, La Paz, 9 de septiembre.

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ALGUNAS OBRAS DE MARIO ALEJANDRO ILLANES 

 


"7 de junio" Litografia 1939



Autorretrato grabado - La Semana Grafica 1933


"El musico" 1940












"Viracocha"










Mural en la Escuela Ayllu de Warisata


Mural en la Escuela Ayllu de Warisata






lunes, 10 de agosto de 2020

POSANDO PARA "OFELIA" - ELIZABETH SIDDALL

  

Dante Gabriel Rossetti
Elizabeth Siddall trenzando su cabello

Tate

Una de las pinturas mas famosas que representa el drama de "Ofelia" (Hamlet - Shakespeare) es la obra de John Everett Millais, que se encuentra en el TATE de Londres. La modelo de Millais era una joven de diecinueve años llamada Elizabeth Siddall. Fue descubierta por su amigo, Walter Deverell, trabajando en una tienda de sombreros. Más tarde se casó con uno de los amigos de Millais, Dante Gabriel Rossetti , en 1860.

Para crear el efecto de Elizabeth fingiendo ser Ofelia ahogándose en el río, posó para Millais en una tina de baño llena de agua. Para mantener el agua caliente se colocaron algunas lámparas de aceite debajo. En una ocasión, las lámparas se apagaron y Millais estaba tan absorto en su pintura que ni siquiera se dio cuenta.

Durante su tiempo posando para la pintura, Elizabeth se enfrió mucho y se puso muy enferma. Sin el Servicio Nacional de Salud o medicamentos disponibles, Elizabeth fue atendida por un médico privado pagado por el padre de Elizabeth, quien luego ordenó a Millais que pagara las cincuenta facturas médicas. El asunto se resolvió y la señorita Siddall se recuperó rápidamente.

Mientras posaba, Elizabeth llevaba un vestido bordado muy fino de plata comprado por Millais en una tienda de segunda mano por cuatro libras.

 

Detalle del vestido de Ofelia 

"Hoy he comprado un vestido antiguo de una dama realmente espléndida, todo floreado con bordados plateados, y lo voy a pintar para 'Ofelia' ... me costó, viejo y sucio como está, cuatro libras".

John Everett Millais



DIBUJOS PREPARATORIOS


Para una pintura tan importante, Millais solo hizo algunos bocetos preparatorios para Ofelia.


Sir John Everett Millais
Estudio para la cabeza de Elizabeth Siddal 1852

© Birmingham Museums and Art Gallery



Sir John Everett Millais
Estudio para Ofelia (1852) - Ayuntamiento de Plymouth (Arte y Patrimonio)

 

 

Sir John Everett Millais
Boceto para la pintura Ofelia (1852) -The Pierpont Morgan Library, Nueva York, 1973.

 

LA ESCENA DE "HAMLET" QUE INSPIRO AL ARTISTA



Hamlet , Acto IV, Escena VII

Laertes: ¡Ahogada! Oh, donde?

Reina Gertrude: Hay un sauce que crece diagonal a un arroyo; muestra sus claras hojas sobre el agua espejada; alli hizo ella fantasticas guirnaldas de cuclillos, ortigas, margaritas y esas largas purpureas que los sueltos pastores nombran groseramente, mas las frias doncellas llaman dedos de muertos. Subio a colgar de ramas pendientes sus coronas y trofeos herbales y ella misma cayeron en el lloroso arroyo. Se extendieron sus ropas, y como una sirena la hicieron flotar algo, mientras cantaba trozos de alabanzas antiguas, como alguien que no siente sus propias aflicciones, o como una criatura nativa y destinada a ese elemento. Pero no pudo pasar mucho hasta que sus vestidos, pesados de beber, a la pobre arrastraron del canto melodioso a una barrosa muerte.

Laertes:  Oh, ¿esta ahogada ella,entonces?

Reina Gertrudis: Ahogada, ahogada





"OFELIA" JOHN EVERETT MILLLAIS (1851-1852) MUSEO TATE LONDRES



SIMBOLISMO EN OFELIA DE MILLAIS




El Sauce llorón que se inclina sobre Ofelia es un símbolo de amor abandonado.

Las Flores del Cuervo en el primer plano simbolizan la ingratitud o la infantilidad

Las Ortigas que crecen alrededor de las ramas del sauce representan el dolor.



Las Margaritas que flotan cerca de la mano derecha de Ofelia representan la inocencia. Ofelia también menciona: “Hay una margarita” en el acto IV, escena V (Hamlet)

Los Pensamientos que flotan en el vestido en el centro se refieren al acto IV, escena V, donde Ofelia recoge flores en el campo “eso es pensar”. Representan el pensamiento y también puede significar amor en vano.


La tristeza de Ofelia esta simbolizada por el Ojo del Faisán (similar a la Amapola) que flota cerca de los Pensamientos.


La Lisimaquia purpura en la esquina superior derecha de la pintura, cerca del borde del cuadro, alude a las “largas purpuras” en la obra. Shakespeare en realidad se referia a la orquídea purpura.



Las Rosas rosadas que flotan en la mejilla de Ofelia y su vestido y las rosas blancas que crecen en la orilla del río pueden referirse al acto IV, escena V, cuando Laertes llama a su hermana “rosa de mayo”. También se incluye por sus muchos significados: juventud, amor y belleza.


El collar de Violetas alrededor del cuello de Ofelia se refiere también al acto IV, escena V: “Te daría algunas violetas, pero se marchitaron todas cuando murió mi padre, dicen que hizo un buen final”. Las violetas son un símbolo de fidelidad y también puede simbolizar la castidad y la muerte en los jóvenes.



Las flores de los prados a la izquierda de la lisimaquia purpura pueden significar la inutilidad de la muerte de Ofelia.



Las Nomeolvides azul pálida en la orilla del rio debajo de las lisimaquias purpura y en el primer plano inmediato, lleva el significado en su nombre.



El Fritillary que flota entre el vestido y el borde del agua en la esquina inferior derecha, también simboliza la tristeza de Ofelia.

La mayoría de las flores en Ofelia se incluyen porque se mencionan en la obra o por su valor simbólico. Millais vio estas flores creciendo silvestres junto al río en Ewell. Debido a que pintó la escena del río durante un período de cinco meses, las flores que florecen en diferentes épocas del año aparecen una al lado de la otra.



Una calavera entre el follaje, en el banco de la derecha, una forma ovoide clara sugiere una calavera, en referencia tanto al destino de Ofelia como a la más famosa de las escenas de Hamlet, en el acto tercero, escena primera: "Ser o no ser, esa es la cuestion", considerada y usada como síntesis de los procesos mentales de indecisión y duda, ​ 



Un petirrojo vigilante, puede aludir al fragmento de la canción de Ofelia «Porque el lindo petirrojo ha de ser mi único amor», del acto IV de la obra de Shakespeare.


Millais siempre pinta directamente de la naturaleza con gran atención al detalle. Las flores están pintadas de flores individuales reales y Millais muestra las hojas muertas y rotas, así como las flores en plena floración. El hijo de Millais, John, escribió que las flores de su padre eran tan realistas que un profesor que enseñaba botánica, que no podía llevar a una clase de estudiantes al país, los llevó a ver las flores en la pintura Ofelia , ya que eran tan instructivas como la naturaleza misma.

La fotografía fue inventada en 1839, doce años antes de que Millais pintara Ofelia. Sin embargo, las fotos no eran tan claras como lo son hoy. La Ofelia de Millais fue más detallada de lo que la fotografía pudo lograr en este momento y fue una forma única de representar el mundo natural.


EL LIENZO 

 Millais compró dos piezas de lienzo para Ofelia al comerciante de materiales de arte Sr. Charles Roberson el 7 de junio de 1851 por 15 chelines. Este tipo de pintura, con dos lienzos en una sola camilla (un marco de madera), uno directamente debajo del otro, fue vendido por Roberson como un lienzo doble. El segundo lienzo se usó para cubrir la parte posterior de la pintura para protegerla.

Ambos lienzos fueron preparados. Esto significa que estaban cubiertos con una solución de pegamento y un suelo. Millais utilizó pintura blanca con plomo como base. Luego pintó una capa de zinc blanco para hacer el lienzo aún más brillante.

Es posible que al comienzo de cada día Millais marque el área que se pintará ese día cubriéndola con pintura blanca. Luego estaría trabajando en un "terreno blanco húmedo", y terminaría esta área en detalle mientras que otras partes del lienzo todavía estaban desnudas. Para aprovechar al máximo el fondo blanco brillante, mezclaría los colores lo menos posible para que permanecieran puros y aplicaría la pintura en capas individuales. 


LOS COLORES

Millais pudo comprar tubos de pintura mezclados por comerciantes de material de arte que podía usar de inmediato. Se desarrollaron nuevos pigmentos a lo largo del siglo XIX. Millais tenía una amplia variedad de pigmentos que provenían de minerales, piedras preciosas, rocas, vegetales, insectos y plantas. Algunos de los nuevos colores que usó surgieron de los avances de la química moderna. Usó: blanco de plomo, blanco de zinc, ceniza ultramarina, bermellón, óxido de cromo, amarillo de zinc, amarillo de cromo, azul de cobalto, azul de Prusia, siena quemada, amarillo de Nápoles, laca roja, negro de marfil y negro de hueso. Los verdes de Millais eran verdes mixtos de amarillo cromo y azul de Prusia, posiblemente de un tubo de pintura verde.


ANALISIS DE RAYOS X REALIZADO POR EL EQUIPO DE RESTAURACION DEL MUSEO TATE DE LONDRES


En esta imagen de radiografía X, podemos ver que Millais no reutilizó este lienzo ni realizó cambios importantes en la composición. Las imágenes de radiografía X muestran capas de pintura oscurecidas y cambios de diseño que un artista ha realizado. Millais planeó cuidadosamente su trabajo. Las áreas blancas de plomo de la pintura y el tejido del lienzo son claramente visibles, al igual que los retoques que aparecen como marcas negras.


En la fotografía de Ofelia tomada con luz rasante, podemos ver que Millais realizó relativamente pocos cambios en la composición. También podemos ver que la superficie de la pintura es muy lisa. Lo que podemos ver claramente son las grietas en la pintura que se han producido con el tiempo. Estas grietas son causadas por el envejecimiento de la pintura y el lienzo estirado.



En esta imagen de Ofelia tomada con reflectografía infrarroja, podemos ver un ligero cambio en la posición del sauce llorón. Muchos pigmentos de pintura son más transparentes a la radiación infrarroja que a la luz visible. La mayor transparencia de la pintura nos permite ver cualquier dibujo debajo de la pintura.



ELIZABETH SIDDAL



En este ultimo parrafo vamos a conocer un poco mas a la modelo que mencionamos al principio, Elizabeth Eleanor Siddall, conocida tambien por Lizzie. Nacio el 25 de julio de 1829 en el hogar de su familia, en 7 Charles Street, Hatton Garden. Sus padres fueron Charles Crooke Siddall y Eleanor Evans

En los tiempos en que Elizabeth nació, no estaban sumidos en la pobreza debido a que su padre tenía su propio negocio. Alrededor de 1831, los Siddall se mudaron al municipio de Southwark, en el sur de Londres, una zona menos saludable que Hatton Garden. Allí, en Southwark, nacieron el resto de sus hermanos: Lydia (a la que Lizzie era particularmente cercana), María, Clara, James y Henry. Aunque no existe constancia de que haya asistido a la escuela, Lizzie era capaz de leer y escribir, suponiéndose que sus padres le enseñaron. Desarrolló un amor por la poesía a una temprana edad, luego de descubrir un poema de Alfred Tennyson.

A los 19 años comenzo a posar para los pintores prerrafaelistas Millais y Gabriel Rossseti con quien luego se casaria. Su esposo no la dejaba posar mas para ningun otro artista que no fuera el, sin embargo él la engañaba con otras modelos.

Después de comprometerse con Rossetti, empezó a estudiar con él. También pintó un autorretrato, que difiere de la belleza idealizada por los prerrafaelitas. Es significativo porque muestra cómo se veía a través de sus propios ojos, no idealizada como en otros retratos. En 1855, el crítico de arte John Ruskin comenzó a patrocinar su carrera y le pagaba 150 libras al año por todos los dibujos y pinturas que realizara. Ella produjo numerosos bocetos y acuarelas, así como algunos óleos, que presentan los temas propios del prerrafaelismo con ilustraciones de las leyendas artúricas y otros temas medievales idealizados. También comenzó a escribir poesía, que fue bien recibida por la crítica. Tanto Rosseti como Ford Madox Brown la apoyaban y admiraban.

                                                  "La Sagrada Familia" (1856)

"Autorretrato" (1853/1854) Elizabeth Siddal


        "Lady Clare" (1857)



El estrés por las infidelidades de Rossetti había agravado su estado, pero ella también usaba su enfermedad y depresión para chantajearlo y mantenerlo a su lado, y su exceso la había vuelto adicta al láudano.3​ En 1861 quedó embarazada, pero dio a luz una niña prematura muerta, lo que le provocó una depresión posparto.

A finales de año había vuelto a quedarse embarazada, pero a los tres meses, en febrero de 1863, terminó suicidándose con una sobredosis de láudano. Después de cenar con Algernon Charles Swinburne (poeta y critico literario), ella quiso descansar. Rossetti la llevó a casa y fue a por su médico de confianza. Cuando llegaron, estaba inconsciente sobre la cama. El doctor dijo no poder hacer nada, pero Rossetti llamó a otros tres médicos, que incluso usaron una bomba estomacal, pero en vano. Murió a las 7:20 de la mañana del 11 de febrero de 1863 en su casa de Chatham Place, hoy demolida y cubierta por la estación Blackfriars. Aunque la muerte fue declarada accidental, casi seguro fue un suicidio. Hay sugerencias de que Rossetti encontró una nota suicida y, consumido por la pena y el remordimiento, fue a ver a Ford Madox Brown, que le ordenó quemarla, ya que el suicidio entonces era inmoral, ilegal, habría traído el escándalo a su familia e impedido su entierro en un cementerio.

Antes de ser enterrada en el Cementerio de Highgate, Rosetti escondió junto a su esposa en el ataúd un cuaderno con la única copia de sus poemas inéditos. En los años siguientes, Rosetti empezó a tener problemas en la vista y temía quedarse ciego. Empezó a obsesionarse con desenterrar su poesía y publicarla. Finalmente, él y su agente literario Charles Augustus Howell consiguieron un permiso de exhumación en 1869 para poder recuperar el cuaderno. Rosetti no se atrevió a estar presente y Howell le mintió asegurándole que el cuerpo de Elizabeth estaba intacto e incluso su cabello rojo había crecido y llenado el ataúd. Varios poemas estaban casi ilegibles, con las hojas roídas por los gusanos. A pesar de ello, los publicó junto con algunos nuevos en 1870.

Cerramos la biografia de Elizabeth Siddal "Lizzie" con dos de sus poesias.


ELIZABETH SIDDAL POEMAS

La lujuria de los ojos.
The Lust of the Eyes, Elizabeth Siddal (1829-1862)

No rezo por el alma de mi Dama,
aunque antaño haya adorado su sonrisa;
Su destino final no me atormenta,
ni cuándo su belleza perderá su encanto.

Sólo me siento a los pies de mi Dama,
mirando fijo sus ojos salvajes,
sonriendo al pensar cómo mi amor huirá
cuando su radiante belleza muera.

No me atribulan las plegarias de mi Dama,
pues sordo yace nuestro Padre en el cielo.
Mi corazón late con alegre melodía
al sentir que su amor me ha sido otorgado.

Entonces, quién cerrará los ojos de mi Dama?
Quién doblará sus frágiles manos?
Alguien la asistirá cuando sus ojos lluevan,
mientras, silenciosa, camine hacia las Tierras Desconocidas?

Amor muerto.
Dead Love, Elizabeth Siddal (1829-1862)


Nunca llores por un amor muerto,
Ya que rara vez el amor es verdadero.
Él cambia sus ropas del rojo al azul,
Y del más brillante azul al rojo,
El amor ha nacido a una muerte prematura,
Y rara vez es sincero.

Entonces no ancles tu sonrisa
En su pálido rostro descarnado,
Para exhalar el más profundo de los suspiros.
Las palabras justas en labios sinceros
Pasarán, y sin dudas morirán;
Y tu estarás sola, mi querida,
Cuando se desaten los vientos invernales.

Nunca lamentes aquello que no puede ser,
Pues este Dios no regala dones.
Si el simple sueño del amor fuese cierto,
Entonces, dulzura, estaríamos en el Cielo,
Pero aquí sólo hay tierra, mi querida,
Donde el verdadero amor rara vez crece.

 

Las poesías completas de Elizabeth Siddal y Dante Rosetti en el siguiente enlace:

http://elespejogotico.blogspot.com/




Referencias :

  • Museo Tate de Londres
  • Wikipedia
  • "Hamlet" W. Shakespeare - Ed Losada - Traduccion: Pablo Ingberg y P. Canto                  
  • elespejogotico.blogspot.com






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